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Blog de andremateron
27 de Marzo, 2010 · General

El Elegido

 

CAPÍTULO 1       FUI MUERTO POR LA INCOMPRENSIÓN DE               

                                                  LOS HOMBRES

 

   El hombre, se pegó a la pared como si quisiera fundirse en ella, era delgado y de mediana estatura. Su tez cetrina, se invadió por pequeñas gotas de sudor frío y desde ese lugar oscuro, observó la llegada de los blindados provistos con antenas parabólicas. Pese al habitual cuidado, la inteligencia alemana rápidamente trianguló su posición.

   Sabía que si lo capturan, sería torturado y luego fusilado. Sin embargo el nerviosismo no era por temor, más bien es la adrenalina generada por la tensión. Su origen polaco lo imbuía de una férrea determinación. La guerra lo sorprendió en Varsovia, cuando acababa de recibir con honores  el título de profesor en filosofía. Hablaba cuatro idiomas con la soltura de un nativo, entre ellos, el alemán y el francés. Esta última habilidad, fue la que determinó que la inteligencia británica, lo envíe a Paris.

   Su misión, es informar el movimiento de las tropas alemanas de ocupación y para eso debía establecer contacto con el Deuxieme Burou. Así se denomina a la resistencia francesa. Pero pronto advirtió que esta no es confiable, la proximidad de una invasión aliada para reconquistar a Francia, hizo que las internas para obtener el poder, fueran cada vez más sangrientas. De tal modo, que algunos llegaron a colaborar con los alemanes para eliminar competidores.

   Su última comunicación con Londres, lamentablemente fue demasiado extensa. La razón es, que después de su habitual informe solicitó que evacuen a su joven pareja. Ella, también de origen polaco, se halla en un avanzado estado de gravidez.

   La petición fue negada y los motivos esgrimidos, fueron que no se podía en esos momentos distraer fuerzas especiales para esa tarea.

   Cortó la transmisión y quedó reflexionando, el estupor por el abandono no le permitió darse cuenta del tiempo transcurrido.

   Entonces, creyó oír el llanto de un bebé y quedó pasmado, sabía que en el lugar no había persona alguna. El llanto volvió a repetirse y esto lo movilizó. Quitando partes vitales del equipo, se retiró apresuradamente.

   Exactamente treinta segundos después, aparecía el primer blindado alemán.

   En ese momento pensó, que gracias al llanto casual de un recién nacido, salvó su vida. Más tarde supo que no hubo tal casualidad.

 

   Porque el llanto que escuchó fue el mío, pese a que aun no nací”.

 

   Él, lo confesó durante mí adolescencia.

   Apenas pudo, corrió hasta la casa en la que lo aguardaba mamá. Sofocado por la carrera entrecortadamente, Exclamó:

 

   -¡Janet! Pronto, debemos huir. Los alemanes me descubrieron y en minutos estarán aquí.

   -¿Henri, nos retiran los británicos?

   -No mon petite. Nos abandonaron.

   -Sálvate tu Henri, en mi estado sólo seré un lastre. –Dijo mamá, mientras lágrimas silenciosas bañaban su bello rostro.

   -De ninguna manera Janet, nos salvaremos juntos.

   -¿Pero cómo?

   -Iremos... a la casa de Charles, él, tiene un pequeño camión y le pediré que nos acerque hasta la frontera con España. Pero ¡Apresúrate!

 

   De ese modo llegaron a Perpignan, un pequeño pueblo cercano a la frontera española.  Donde se destacaban majestuosos los Pirineos orientales con sus cumbres nevadas. Y como contraste, hermosos y extensos prados verdes.

   Pero el intento fue vano. Las tropas alemanas cerraron el paso. Janet, a pesar de querer disimularlo, comenzó a sentir molestias cada vez más fuertes. Y ellos, no conocían a alguno de confianza que pueda alojarlos. Henri, se percató de la situación y comenzó a desesperarse. Y así, Caminaron sin rumbo hasta que él, divisó la pequeña capilla, entonces dijo:

    

   -Vamos hasta ella, Janet.

   -De acuerdo Henri. –Contestó pálida por el esfuerzo y evidenciando la angustia que la atenazaba.

           

   En cuanto llegaron, Henri, se adelantó para conversar con el sacerdote, éste, lo escuchó solícito, mientras que de reojo observó a Janet. Ella, en ese momento crispó la cara por el dolor de la primera contracción.

   Entonces, el religioso interrumpió a Henri diciendo:

           

   -Acompáñenme a mis aposentos que están detrás de la capilla y allí, mí hermana podrá atender a su esposa, porque observo que no se siente bien.

   -Gracias Padre. –murmuró Henri agradecido.

 

   Una hora después nacía mi historia y conmigo el primer llanto. Papá, que asistió el parto, palideció. Janet, pese al reciente esfuerzo, se percató de la palidez de su marido y pregunto:

           

   -¿Qué te sucede Henri, te sientes mal?

   -Es el mismo llanto que me alertó para que huya, Janet.

   -Todos los llantos, de los recién nacidos se parecen. –Respondió sonriendo.

   -Sin embargo, estoy convencido que es el mismo, -insistió él.

 

   A la mañana siguiente, se presentó el clérigo en la habitación con unos documentos y dirigiéndose a Henri, comentó:

           

   -Preparé documentación nueva para ustedes, porque supongo, que la que tienen es peligrosa. Quizá, la nueva identidad no sea de su agrado, pero es la más segura. Ah y por cierto, al pequeño lo asenté en el acta con el nombre de Michel.

           

   -Padre. -¿Qué tiene de malo la nueva identidad? –Preguntó curiosa, Janet.

   -Es una extraña historia, que cuando se encuentre mejor, se la contaré.

           

   En ese momento, el sacerdote fue requerido en la sacristía y no pudo continuar con la explicación.

   Dos días después y ya recuperada, Janet, con el pequeño Michel, en brazos, interceptó al religioso, preguntando:

   -¿Quién fue, Michel Gaultier?

   -Hija. Su tumba, se encuentra en el campo santo que está al costado de la capilla, ve a verla y luego te contaré la historia.

  

   Janet, curiosa, con el pequeño Michel, en brazos, se dirigió hacia el campo santo y mientras lo recorría, apreció el cuidado de cada tumba. Sólo había una en estado de abandono y era la de Michel Gaultier. La lápida estaba torcida y cubierta por malezas, a pesar de eso, aun se podía leer la inscripción que decía:

           

   JE SUI MORTE POUR LA INCOMPRESSIÓN DES HOMES.

  (FUI MUERTO, POR LA INCOMPRENSIÓN DE LOS HOMBRES)

 

   Janet, en el intento de correr la maleza que cubría la tumba, tuvo la sensación que una mano aferró su brazo.

   Desesperada miró al pequeño Michel, pero éste, sonreía. Y en ese instante oyó una voz en su interior, que le dijo:

           

   -ÉL SERÁ ELEGIDO.

           

   Repentinamente todo volvió a la normalidad, pero algo cambió. Ahora la lápida estaba derecha.

   Ella, no se asustaba fácilmente, de modo que luego de reflexionar por unos instantes, se inclinó con el pequeño en brazos y rezó por el alma de Gaultier.

   Luego, emprendió el regreso y mientras, intentó interpretar lo que sucedió, en ese tránsito casi tropieza con el sacerdote.

           

    -¿Padre, necesito una explicación?

    -Pasa a la sacristía,  te diré lo que deseas saber.

 

   Una vez cómodamente instalados, Janet, comentó lo sucedido frente a la lápida y reiteró la pregunta:

 

   -¿Quién fue Michel Gaultier?

   -Hija, lo que te sucedió… afirma mi creencia, que no todo es lo que parece.

   -No entiendo, -murmuró confundida.

   -Pues verás, el ser humano es temeroso por naturaleza y tiende a eliminar, lo que cree que pueda ser peligroso para él. Esto, ya sucedió en la época de la inquisición. Gaultier, estaba imbuido por la gracia de Dios.

   Con poderes especiales, sanaba a los enfermos y desahuciados. Pero la ignorancia, lo condenó a la pena de muerte acusado de practicar brujerías. Antes de morir, se le concedió un último deseo y él, sólo pidió que se hiciera esa inscripción en su lápida. Pero sus jueces eclesiásticos, maldijeron a aquel, que se acerque a su tumba. Cuidé de ella, mientras pude, pero como verás mi estado de salud ya no lo permite.

   -Padre, dijo que lo que me sucedió afirmaba su creencia. -¿A que se refería?

   -Analiza la frase de la lápida y hazte esta pregunta: -¿Quién murió a causa de la incomprensión de los hombres?

   -¡Jesús! -Exclamó Janet, sorprendida. –Pero espero que no pretenda que crea que Él, fue Gaultier, mil quinientos años después.

   -En realidad ni siquiera lo insinué, pero tal como Él Salvador, fue perseguido y castigado por hacer el bien. Además, mis estudios me permitieron observar que en cada siglo hubo seres, que descollaron por ser poseedores de un talento sobrenatural y estoy convencido que no es una cuestión de azar…

   -Eso le pasó y pasa a muchas personas, sin embargo, no explica el fenómeno que experimenté.

   -Es cierto, pero para eso, debes aceptar que la mortalidad como tal, no existe.

   -¿Cómo…qué está diciendo?

   -Soy anciano y me puedo permitir el lujo, de pensar diferente al mandato del dogma.

   -No lo entiendo. –Repuso confundida Janet.

   -Pero yo, sí. –Intervino Henri, quien acababa de acercarse. –Lo que usted dice, sólo puede interpretarse desde la filosofía. Y para ser claros, deberíamos decir, que somos un regalo que muda de envoltorio en la etapa que haga falta. -¿Verdad, señor?

   -Jamás, escuché una definición tan acertada. -¿Tienes alguna creencia alejada del cristianismo?

   -Soy católico, pero no ciego.

   -¿Qué quieres decir? –Indago asombrado el clérigo, ante la admiración embelesada de Janet.

   -La creación no contiene despropósitos. No tiene sentido crear vida sin destino y éste, de manera alguna puede ser tan efímero. Y la primera señal es que…aunque de manera insignificante también somos creadores. Eso de por sí, ya nos hace eternos. Por supuesto que no me refiero a las posibles obras o desastres que dejamos detrás de nosotros, señalo la eternidad de la energía inteligente, que nos moviliza.

   -Tus deducciones, Henri, no son comunes.

   -Es…que… no somos comunes señor, lo que sucede que a veces no lo advertimos.

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publicado por andremateron a las 09:26 · Sin comentarios ·  Recomendar
 
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