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Blog de andremateron
05 de Julio, 2010 · General

El Elegido Capítulo 2

CAPITULO 2                               ¿MENSAJE DIVINO?

 

    BUENOS AIRES...   AÑOS DESPUÉS

 

   Aldana Baner, esa mañana se sentía especialmente triste, su trabajo como enfermera en el hospital oncológico, es demasiado duro y se codea con la desesperanza a diario

   Pero, eligió esa profesión después de la muerte de su madre, ella, falleció víctima de cáncer. Su sufrimiento, la llevó al intento de aliviar a los que padecen esa cruel enfermedad y esa mañana, recibió la noticia que una de sus pacientes, no tenía más oportunidades. Se esperaba su deceso en uno o dos días. Sólo, contaba con treinta años de edad y quizá la afinidad, se debía a que ella, también los tenía.

   En su recorrida por el pabellón demoró verla, pero finalmente no lo pudo evitar.

   

   -¿Cómo se encuentra hoy, mi paciente favorita? –Preguntó, tratando de levantarle el ánimo.

   -Me siento muy débil Aldana. Creo que mi fin está cerca.

   -No debe hablar de ese modo, sólo Dios, decide nuestra partida y no creo que éste, sea su caso.

   -Quisiera darle un beso porque es todo lo que tengo… para agradecer sus desvelos.

 

   Aldana se inclinó y con lágrimas en los ojos, recibió la suave caricia de la enferma. Luego, se dirigió a la administración y pidió permiso para retirarse. Llegó a su casa echándose a llorar. Y entre gemidos, susurrando pedía:

 

   -Dios mío, enséñame a ayudar. Fue en ese instante que un estremecimiento sacudió su cuerpo y una voz pareció surgir de su interior embargando los sentidos. Mientras, atónita oía:

 

   -“Podrás hacerlo pero serás negada, otros lo harán, pero deberán ser combatidos. Él, llegará a ti y juntos lo lograrán”.

 

   Una extraña energía se apoderó de ella, de modo, que sin titubear regresó al hospital. Y fue hacia la habitación de la paciente desahuciada. La respiración dificultosa y entrecortada de ella, la conmovió. Sin embargó, se acercó.

   Sólo una tibia sonrisa la recibió y entonces decidida, preguntó:

 

   -¿Crees en mi?

   -Sí, -contestó con dificultad.

   -Voy a curarte, pero no digas que lo hice. –Al decirlo, un extraño escalofrío recorrió su piel y se asustó por la fe de la promesa. A continuación se inclinó y puso sus manos sobre las de ella, mientras imploraba un ruego. Luego de algunos instantes y aun dudando, preguntó:

 

   -¿Cómo te sientes?

   -¡Estoy muy bien! –En realidad no hacían falta las palabras, la respiración se normalizó y un nuevo brillo reemplazó sus ojos apagados.

   -¿Cómo lo hiciste, quién eres? –Preguntó, vital e inquieta.

   -Soy Aldana, tu enfermera y no lo hice, fue Dios.

 

   El desconcierto, en los médicos del hospital fue total, se sucedían las consultas intentando hallar una explicación. Al no encontrarla, decidieron interrogar a la paciente y ésta, ante la presión cedió:

   

   -Me curó Dios, con la ayuda de Aldana.

   -¿La enfermera?

   -Sí. Y no pienso contestar a más preguntas. –Dijo levantándose y dispuesta a irse.

   -Aun no puede abandonar el hospital, todavía no le dimos el alta. –Reclamó consternado el profesional.

   -De todos modos me iré. No necesito ese requisito para saber que estoy sana. –Contestó airadamente.

 

   Al día siguiente Aldana, fue citada por el director del hospital. Y es totalmente lógico que así lo hicieran, porque una institución oficial, no podía permitir intervenciones extrañas en los pacientes. 

 

   -¡Señorita Aldana! Tengo en mis manos, una denuncia hecha por los médicos de este establecimiento, acusándola de ejercicio ilegal de la medicina. –Amonestó el director agregando: -Mi deber es suspenderla en sus funciones y notificar a las autoridades correspondientes, a no ser… que pueda darme una explicación racional.

   -No mediqué a la paciente ni usurpé título alguno, de modo que no soy culpable. Contestó con lágrimas en los ojos.

   -Lo siento Aldana. Está, suspendida a partir de este momento, de manera… que la invito a retirarse. Más adelante, será notificada de la decisión que se tome.

 

   La noticia corrió como reguero de pólvora, todos los medios escritos y orales comentaban lo sucedido. Lo llamaban el caso “Aldana”…

  

   La puerta del despacho estaba cerrada, en ella, una placa identificaba mí profesión. “Doctor, Michel Gaultier”. Psicólogo.

   Es, uno de esos días grises de poca actividad, Por supuesto que me refiero a la cantidad de pacientes programados y en realidad esta vez agradecía esa circunstancia, porque tenía uno con síntomas muy extraños, que debía analizar cuidadosamente. Y para eso, no existe mejor lugar que la tranquilidad de mi departamento.

   De modo, que luego de ordenar las carpetas con los distintos diagnósticos, pulsé el intercomunicador, preguntando:

   

   -Señorita Soledad. -¿Hay alguien más en la sala de espera?

   -No, doctor.

   -Entonces me retiro. Si hay alguna urgencia me lo comunica al celular.

   -Sí, doctor.

   

   Tomé algunos apuntes que hice para estudiarlos luego. Uno de ellos, particularmente me parecía interesante. Desde que recibí el doctorado en Psicología, me dediqué al estudio de sucesos paranormales. Y éste tenía, visos de serlo.

   Apenas llegué me duché. Es una costumbre que adquirí de mis tiempos de la facultad. En esa época, me quedaba hasta altas horas de la noche estudiando y para estar despabilado me duchaba varias veces. De modo, que luego de vestir ropa informal, me senté en mí sillón favorito.

   Encendí la lámpara y comencé a leer. Sólo pasaron unos minutos, cuando escuché golpes en la puerta. Me levanté perezosamente y la abrí. Pero… para mí sorpresa... el rellano estaba vacío. La cerré mientras menee la cabeza, dubitativo, estaba seguro que oí golpes en la puerta. Volvía al sillón cuando estos se reiteraron y prestamente la abrí nuevamente.

   En el vano, se hallaba una mujer joven y bonita, de unos treinta años aproximadamente. La miré interrogando.

   

   -Necesito que me ayude doctor. –Dijo, con voz armoniosa pero angustiada.

   -Pase usted, señorita. –Y agregando dije; -espere un momento, mientras visto una ropa más apropiada.

 

   Para cuando regresé del dormitorio, la mujer ya no estaba. Me sentí anonadado porque no escuché abrir y cerrarse la puerta. Por otra parte, no solía tener visiones. Realmente estaba confundido.

   A la mañana siguiente, cuando llegué al consultorio, mí secretaria, luego de saludarme dijo:

 

   -Doctor, en el periódico hay una noticia que creo le va a interesar.

   -¿Tendré tiempo para leerla? Soledad.

   -Si doctor, su primer paciente llega dentro de una hora.

   -Bien, entonces tráigame un café mientras le echo un vistazo.

 

   Pero esta mañana, fue diferente a las demás. En realidad debo decir, que comenzó a la noche con esa misteriosa visita.

   Comencé a hojear el diario, hasta que llegué a la noticia que Soledad, remarcó con su lapicero.

   El estupor me paralizó, era el caso Aldana y lo sorprendente estaba en la foto que reproducía el periódico. La mujer, que me visitó en el departamento desapareciendo luego y la imagen de la foto, eran idénticas.

   Luego de reflexionar por unos instantes, llamé a mi empleada:

 

   -Soledad. Consígame el teléfono de Aldana Baner.

   -¿La chica del periódico? –Preguntó, sorprendida.

   -Sí. Debe figurar en la guía telefónica. Y otra cosa más, pase a los pacientes para mañana.

 

    Mientras Soledad, cumplía con mi pedido, llamaron mi atención noticias provenientes de otros países. Y luego, me dediqué a la parte más seria del periódico. Las historietas.

 

   -Doctor. Tengo a la señorita Aldana, en línea, pero le advierto que no desea ningún tipo de entrevistas. Sólo aceptó, cuando mencioné su profesión.

   -Gracias Soledad. Comuníqueme.

   -¿Señorita Baner?

   -Sí.

   -Soy el doctor Michel Gaultier y por razones que es difícil explicar por teléfono, deseo verla.

   -¡Doctor! No realizo curaciones y no quiero hablar sobre el tema. –Contestó nerviosamente.

   -Señorita, el motivo por el cual me comuniqué con usted, es posible que la sorprenda.

   -¿No entiendo doctor?

   -Haré una pregunta concreta. -¿Ha oído hablar de mí?

   -No, doctor.

   -Sin embargo, una persona idéntica a usted, estuvo en mi departamento ayer pidiendo ayuda.

 

   Durante un largo minuto Aldana, se mantuvo en silencio, recordó la voz que le había anunciado... Él vendrá en tu ayuda.

   Entonces decidió:

   

   -Doctor... lo espero esta tarde en mi casa. Por favor tome nota de la dirección.

 

   Luego, de cortar la comunicación tuve una sensación extraña, es como si hubiese activado un nivel superior en mi cerebro. Supuse, que pude sugestionarme al conversar con Aldana. De modo, que comencé a reordenar los turnos de mis pacientes. Pero antes pedí un café más, estaba tan absorto en mi tarea que olvidé el humeante líquido. Instintivamente, quise tomar el asa del pocillo, pero éste, resbaló de mis dedos cayendo al suelo. Cuando vi. La mancha en la alfombra, desee no haber sido tan torpe. Entonces con estupor viví... mi primera experiencia, se parecía a un acto de telekinesia. El líquido volvió al pocillo y éste, lentamente se elevó… hasta posarse en el escritorio.

   Atónito, salí de mi consultorio. Soledad viendo mi palidez preguntó…

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publicado por andremateron a las 06:16 · Sin comentarios ·  Recomendar
 
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